Apasionante (I)

Mira que me cabreó hace muchos años el final del Gobierno de Felipe González. Pero Aznar primero y ahora ZP me han devuelto la pasión por este rollo absurdo y disparatado que es la política profesional. No como en los periódicos, con una solemnidad descacharrante, sino como una profunda y sana diversión. Moratinos, por ejemplo. Si yo me dedicara profesionalmente a escribir lo que se me ocurra (o sea, si fuese un pope del periodismo, algo que, en el fondo, todos queremos ser y las bitácoras nos permiten) Moratinos ejemplifica todos los males, tonterías, grandezas y miserias de la política y el periodismo. Es el paradigma, el ejemplo supremo. Moratinos, al que por razones personales tengo en muy alta estima, tanto personal como profesional, lleva meses aguantando mentiras, descalificaciones y, sobre todo, mala fe, de los medios de derechas, directa e indirectamente, bien por la política exterior española, bien por sí mismo. No sé (porque la diferencia entre un pope del periodismo y yo es que yo como en casa y no me cuentan chismes de alta política) porqué esa inquina. Sospecho que como director general de algo en Exteriores durante los años oscuros (qué bueno, ¿eh?) de Aznar debió de pisarles mucho. Después como responsable en Oriente Medio de la UE, también. (Será esto o aquello, pero me parece que, de entre cientos de diplomáticos, la UE confiase en él para representarla entre palestinos, israelíes y estadounidenses, dice algo de quién se trata, que ya vale de relativismos.) Así que se la tienen merecida. Aznar (y su Gobierno) mintió el 11 de marzo. Aznar no condenó el golpe contra Chávez y puso una vela al golpista con una entrevista de su embajador. Esa es la verdad. Y esta es la parte del asunto Moratinos que ejemplifica cómo es la política española.

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