Maniquí

Ayer vi en un centro comercial del norte de Madrid una prueba más del proceso de imbecilización acelerada que estamos sufriendo. El centro es un horror, falsamente lujoso, con enormes lámparas, cúpulas y mármoles, como la imitación de un decorado de película de los años cincuenta, que intenta a su vez imitar el fasto de una corte europea. (Un juego de imitaciones dentro de imitaciones que terminan por quedarse en la apariencia de la falsedad y que unas lluvias copiosas pone en su lugar, inundando falsos techos o paralizando las escaleras mecánicas.) Pero lo más llamativo estaba en el escaparate de una tienda, desde donde un maniquí con un corrector dental trataba de convencernos de su real virtualidad mientras sostenía una tabla de surf y sonreía. Maniquí. Corrector dental. ¿Veremos maniquíes gruesos, con acné o sencillamente deformes?

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