Un libro para las dos manos

Esos libros que se leen con una sola mano, de Jean-Marie Goulemot está basado en la literatura obscena, erótica y pornográfica de los siglos XVII y XVIII, Goulemot y su traductora Lydia Vázquez Jiménez nos conducen por un viaje lúbrico y sensual en busca de las claves, motivos y razones que explican la aparición y desarrollo de los libros que se leen con una sola mano. Y lo hace sin juzgar su bondad o maldad.
“Bajo las apariencias de su brutal simplicidad, más allá del apresurado juicio a que se somete a menudo a los autores licenciosos, confundidos superficialmente con sus héroes, se dibuja el universo complejo de la literatura pornográfica: con su status cultural bien real y, sin embargo dentro del mundo de lo secreto, con las diferentes motivaciones de sus polígrafos o con sus estrechas y complicadas relaciones con la filosofía o con la literatura misma. La literatura pornográfica, ni totalmente semejante, ni radicalmente diferente, pertenece por derecho al corpus literario, participa de sus planteamientos y desafíos a la par que conserva una dimensión que le es propia. Para concluir, podremos definirla como semejante y sin embargo otra.”
En lugar de una bibliografía más o menos extensa de títulos, el libro analiza el fenómeno situándolo en su contexto y las reacciones que suscita, bien en el pensamiento o en la fisiología de los apetitos. “El libro erótico, en el sentido en que ha sido definido, sin por ello juzgarlo cualitativa o moralmente, posee una finalidad fisiológica: provocar en su lector el deseo de gozar, instalarlo en un estado de tensión y de carencia del que tendrá que liberarse con recursos extraliterarios.” También apunta ideas como un catálogo de pornografía que no cumple con su propósito, pero que deja como proyecto para otros.
Su intención es “Comprender cómo se producía el efecto de lectura de la novela que denominanos hoy pornográfica. [...] La novela erótica aparece, sí, como una ficción ejemplar y lograda, puesto que es productora de ilusiones tan verdaderas [...] como la realidad misma.”
El libro es también un viaje por la nostalgia de un tiempo en que todas las novelas absorbían realmente al lector, no sólo las pornográficas. Era una lectura única y sin prejuicios de todos los lectores. Goulemot añora, y sus lectores con él, ese tiempo de la infancia y la primera adolescencia en la que los libros nos transportaban a otra realidad con inocencia, plenamente. Algo que hoy, lectores maduros, ya sólo sentimos con los libros que se leen con una sola mano.

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