Lo sabíamos

Ha hecho falta un motín para que la Consejería de Transportes reaccione ante los problemas de la línea 6 del Metro. Da igual. Los viajeros sabemos desde hace tiempo que eso iba a ocurrir. Los problemas de esta línea ya son estructurales y no se van a resolver por más empujadores que haya, o porque aumente la frecuencia de paso entre convoyes, o se ganen unos centímetros de espacio útil en los coches aprovechando el espacio entre ellos. La línea 6 ha alcanzado su punto de saturación por la falta de planificación, las decisiones tomadas por interés electoral y la ausencia de un plan a medio y largo plazo de desarrollo racional. El Metro de Madrid es una red, una malla que necesita las estaciones de transbordo para facilitar el flujo de viajeros entre zonas y no sólo un canal de transporte de norte a sur. El papel que juega la línea circular es crucial para articular ese flujo y se ha quedado pequeña. Las sucesivas ampliaciones no dejan de recorrer ejes transversales, cuya primera conexión entre sí sólo se realiza a través de la línea 6. El resultado: la saturación que estamos viviendo. Si a eso se añade la escasa inversión en material rodante y en mantenimiento, lo excepcional es que la línea 6 siga funcionando, mérito sin duda del personal de Metro. La única solución a medio plazo es la construcción de un segundo anillo más exterior, por tramos, que conecte las líneas transversales y permita a los viajeros desplazarse también de este a oeste, descongestionando la línea 6. Pero eso no luce en las campañas electorales.
Publicado originalmente en El País del 28 de enero de 2007

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