Elogio de la locura

¿Me estoy haciendo mayor? Mayor en serio, con dificultades para leer y un permanente gusto por los libros más antiguos, los clásicos impensables. Cada vez que veo las mesas de novedades, gruño sordamente, nada me interesa. ¿Me hago… viejo? No. Ayer reflexionando sobre ello –reflexiono mucho este mes: es un mes especial, lleno de aniversarios: ya hablaremos-, llegué a la conclusión de que si bien en materia literaria y musical parezco un poco rancio y poco dado a novedades, no es cierto. Primero, porque muchas de esas novedades no me llegan y segundo, porque atravieso periodos en los que me pongo al día con textos o compositores que me perdí durante la travesía del desierto, circunstancia extensible también al cine y a otras manifestaciones culturales.
Larga digresión para justificar que, después de la Utopía de Moro, he disfrutado con otro clásico no menos intenso y necesario: el Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam.
Libro sencillo y hasta divertido, maestro en una ironía nada dificil de comprender y que se resume con una de las muchas citas, ésta de Cicerón, que el libro atesora: “El mundo está lleno de majaderos”. Erasmo, buen conocedor de la sociedad de su época, describe a través de una exaltación y elogio de la locura en su sentido de estupidez o estulticia, los tipos, clases y personas que proliferan en su en torno. Su intención es hacer ver cómo la estupidez es la reina de las acciones humanas y cómo en su honor se cometen las mayores tropelías, sin que nadie se aperciba de que lo que creen como nobles acciones no son otra cosa que estupideces.
En general, lo más provechoso del libro es lo que cada uno pueda ver de sí mismo reflejado en él y cómo nos retrata a los seres humanos. Con Erasmo no cabe la ingenuidad, no cabe pensar que hemos cambiado mucho en 500 años. No es así. Seguimos siendo fatuos, egoístas, llenos de prejuicios, ignorantes y ajenos a cuanto no vaya en nuestro beneficio. Preferimos la apariencia y el barniz de sabiduría al conocimiento obtenido con esfuerzo. Y cuanto más arriba en la escala social, peor. Menos mal que hay excepciones, y con ellas, esperanza.

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