La demanda de la SGAE

Hace unos cuantos años andaba yo empeñado en saber acerca de los presupuestos de la televisión pública durante la década prodigiosa (1956-1966) para que mi licenciatura en ciencias de la información fuese realmente eso y no sólo la adquisición de un título más o menos mono que colgar. Así que me dirigí al Tribunal de Cuentas confiado en que dado el tiempo transcurrido esa información no estaría sujeta a restricción alguna. El resultado fue que aprendí dos cosas fundamentales: para la Administración española tanto dan veinte años, cien o una semana; la información es siempre reservada. Y la segunda: los seres humanos normales no deben ocuparse de esas cosas; esta última, gracias a los funcionarios de dicho organismo. Por entonces yo acababa de leer El castillo de Kafka, así que opté por no hacer más el agrimensor y ponerme a investigar otro asunto, con otros medios.
Me acordé de ello ayer, cuando reclamaba un poco más de transparencia por parte de los organismos públicos apoyado por este artículo y me he vuelto a acordar hoy, al saber que la Sociedad General de Autores ha presentado una demanda contra el diario Público. El único que desde su nacimiento no ha dejado de informar sobre las pocas actividades económicas, balances y actuaciones que son públicas de esta sociedad de gestión, empeñada en continuar la espiral de enfrentamiento que mantiene contra los ciudadanos y contra los propios creadores, aunque muchos de éstos aún no sean conscientes de ello y crean -honradamente- que su defensa es el objetivo principal de dicha sociedad.
La SGAE, concebida como respuesta de los compositores a la voracidad de los impresores de partituras en el siglo XIX, no ha sabido evolucionar en su modelo de gestión al mismo ritmo que los consumidores y mantiene fórmulas y modelos que hoy están obsoletos. Que haya melodías populares que generen derechos de autor por sus arreglos, por ejemplo, es bastante difícil de explicar. El sistema de votos entre los asociados, las tarifas abusivas, el desconocimiento de otros tipos de licencias (copyleft, CC), el cobro de impuestos sin ser la Agencia Tributaria y la criminalización de los consumidores, además de la opacidad en sus acciones, son motivos más que suficientes para que los periodistas investiguen.
Siempre y cuando no pertenezcan a un entramado de compañías discográficas, editoriales y medios de comunicación con muchas razones para dejar las cosas como están.

Más información sobre la demanda:
Escolar
Mangas verdes
Casiopea

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