No aprendemos nada

[...] Todos los domingos, a la hora de comer, mi abuela exhumaba a su hermano, que se había matado cincuenta años años antes saltando una cerca con la escopeta, que se le disparó y le voló el pecho en pedazos.
"Siempre me acuerdo de mi hermano. Era un chico encantador. Es odioso que los chicos anden por ahí con armas de fuego."
Así que todos los domingos a la hora de comer teníamos a aquel muchacho tirado junto a la cerca de madera, rodeado de sangre que se deslizaba por la tierra roja y arcillosa de Georgia y se iba filtrando por entre los rastrojos.[...]

William S. Burroughs, en 1953, dos años después de matar a su esposa por accidente de un disparo.

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