Slavoj Zizek presenta a Trotsky, Terrorismo y comunismo

Pasado, y sobrevivido, el 2009, hay que empezar 2010 con ganas, con muchas lecturas y algunos repasos. Se quedó pendiente entre las fiestas esta provocadora e interesante respuesta de León Trotsky a Karl Kautsky publicada a raíz de los ataques que éste dirigía a la revolución rusa. No he sido lector asiduo de Trotsky, un poco por pereza y también por cierta ortodoxia partidista de juventud, pero nunca es tarde.
La idea de esta colección de la editorial Akal –unir filósofos de renombre con pensadores del pasado- tiene un origen oscuro: fue originalmente propuesta por uno de mis primos con más talento, Antonio Antón, y desarrollada después por la editorial sin contar él.
Zizek hace una lectura y presentación de la obra de Trotsky a su estilo: provocadora y singular. Aunque pueda resultar incongruente hoy en día, recuperar determinados textos de Trotsky no supone ningún ejercicio nostálgico, sino más bien establecer una línea de pensamiento que explica y conecta sucesos del pasado con la situación presente, aclarando –o eso me parece a mí- y explicando la historia de los últimos decenios. Por eso, sigue siendo válido y Zizek así lo constata:
El reproche básico de Trotsky a la democracia parlamentaria no es que otorgue demasiado poder a masas no educadas sino, paradójicamente, que pasiviza demasiado a las masas y cede la iniciativa al aparato de poder estatal (a diferencia de lo que sucede con los «soviets», donde las clases obreras se movilizan a sí mismas y ejercen su poder directamente).
Como en la base del pensamiento de izquierdas hay una relativa desconfianza en la democracia burguesa, el llamado “menos malo” de los sistemas políticos, es difícil reconocerse en ella, cuando, elecciones tras elecciones, comprabamos que
[…] el derecho ideal de influir sobre los destinos del pueblo por las elecciones parlamentarias apenas es más real que la felicidad que hace poco se le prometía en el reino de los cielos.
No estoy tan preparado como para entrar aquí en eso, sobre todo por la conciencia clara del resultado final de las más significativas revoluciones del siglo XX. Terrorismo y comunismo de Trotsky es un buen ejercicio de realismo, de pulcritud revolucionaria en su explicación de muchas de las acciones llevadas a cabo en Rusia durante el establecimiento de la dictadura del proletariado, lo que supuso un salto inesperado respecto de las etapas previstas por Marx.
El texto es también una excelente crítica del pensamiento socialdemocráta y de algo que ya sostenía Rosa Luxemburgo: “[…] quienes esperan la llegada de las condiciones objetivas de la revolución esperarán para siempre; esa misma posición del observador objetivo (y no del agente comprometido) constituye el principal obstáculo de la revolución.” Porque al final, cada uno en su ámbito, agrupados o no, con unos medios o con otros, la situación de nuestro mundo y de las personas, de sus recursos y de sus condiciones de vida exigen un cambio. Tal vez no por nosotros, sino por nuestros descendientes.

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