Cómo editar un texto (IX)

A estas alturas, obvio es decir que en esto no hay dogmas y que tanto pueden ser tres como una o cien lecturas. La clave de la edición está en el marco general en el que se desenvuelve y en nuestra aportación como editores.
Tomemos ahora un texto enviado a la osita por uno de sus alumnos para su análisis. Tiene cierta trampa porque sólo he escogido un párrafo -precisamente el que más discusión suscitó- de un cuento breve, y eso lo descontextualiza un poco. Pero a los fines que persigo con el ejemplo, nos bastará. El texto, tal y como fue escrito, dice:
Camisetas, zapatillas, melenas, macutos, sacos de dormir, aquellos pañuelos árabes, libros, casettes. Nada escapaba al inflexible olor. Ellos se tenían por rebeldes, pero no se daban cuenta de que habían aceptado la inflexible soberanía del gasoil.
Y la edición al que lo sometí, lo dejó así:
Camisetas, zapatillas, melenas, macutos, sacos de dormir, aquellos pañuelos árabes, libros, casettes. Nada escapaba al inflexible olor. Se tenían por rebeldes, pero no percibían que habían aceptado la implacable soberanía del gasoil.
Hagamos abstracción del autor y de las 'piezas' que faltan: las diferencias entre ambos sirven de guía para lo que pretendo. El texto no se ha reescrito, se ha editado y conserva el estilo del autor. Aún sin contexto, cualquier otra persona lo escribiría de otra manera, a saber:
Camisetas, zapatillas, melenas, macutos, sacos de dormir, los pañuelos árabes y los libros, las cintas con la música... Todo estaba impregnado del olor inflexible. Se consideraban rebeldes, pero acataban sin protesta aquella dictadura del gasoil.
Dice lo mismo, pero está claro que no lo hemos editado, lo hemos reescrito. Sinónimos, comas y ritmo formaban en el texto original un conjunto coherente que había que pulir y cada editor, en función de su experiencia, lo hará de una u otra forma. Pero el resultado final debe respetar esa coherencia: hemos hablado con el texto y lo hemos comprendido para afinarlo, para sacar un poco de brillo.
Sin embargo, al tomar el texto sólo como una idea y reescribirlo desde cero, puedo pensar que lo he mejorado -lo que discutiría el autor original-, pero lo cierto es que no he establecido ningún diálogo con el texto: he impuesto mi criterio sin respetar el valor que el texto original y sus imperfecciones poseía.

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