El contrabajo, de Patrick Süskind

La novela El Perfume tuvo hace más de veinte años mucho predicamento, no tanto por sus valores literarios, que los tenía, sino por la trama y el atractivo de una época mitificada y llena de contrastes entre la extrema pobreza y el lujo, representada por la corte del rey Sol en Versalles. No había vuelto a leer nada de Patrick Süskind, pero ha caído en mis manos este pequeño volumen de no más de 60 páginas y un cuerpo grande al que he dedicado algunos minutos, porque se lee en un suspiro.
Es más un relato, un cuento -y ni siquiera largo-, editado en su momento a la estela de El Perfume y que se desarrolla en torno al monólogo que un músico profesional sostiene con un interlocutor del que nada sabemos. Con el contrabajo como eje, el protagonista va desgranando reflexiones sobre la música y los demás instrumentos de la orquesta. Es decir, donde teníamos una novela olfativa, ahora tenemos un relato auditivo.
Süskind desgrana los agravios y desgracias que aguardan a los intérpretes de un instrumento que, por otra parte, considera esencial para una orquesta, ya que sin él no es posible ejecutar ninguna pieza, aunque sea a costa de la libertad de quien lo toca.
[…] lo más grande que puede oírse en música hoy en día ha descansado sin discusión sobre los hombros del contrabajo de cuatro cuerdas, desde 1750 hasta el siglo XX; toda la música orquestal de dos siglos.
El protagonista, músico funcionario de una orquesta centroeuropea, se confiesa esclavo del instrumento, al que llegó por casualidad y sin tener el menor talento, sólo por fastidiar a sus padres. Su elección se reveló fatal según dice al explicar el dominio que el contrabajo ejerce sobre sus acciones y sus pensamientos.
Mientras bebe cerveza para reponer los líquidos que pierde cada vez que interpreta alguna pieza, el músico desgrana sus opiniones sobre la música y los nazis, por ejemplo, o sobre algunos autores como Wagner, siempre con un tono vehemente y que no admite réplica.
[A Wagner] le gustaba el ruido, la música teatral, ¿comprende?, los bastidores sonoros, el conjunto de la obra de arte.
Tampoco salen bien parados otros compositores, como Mozart, ni los contrabajistas, de quienes dice que viven una "catástrofe moral". Sólo salva a Schubert. En fin, es un buen monólogo teatral, aunque breve y contiene alguna errata bastante impresentable.

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