Fernando Rubio, cuando el trazo sale del corazón

Estuve el otro día en la inauguración de una pequeña exposición de trabajos de Fernando Rubio, recientemente desaparecido. Son apenas tres paneles en el vestíbulo de la Facultad de Humanidades del CEU, que recomiendo. Fui al CEU aunque no llegué a conocerlo, porque coincidimos, con pocas paredes de por medio, en varias ocasiones. A veces la vida es como un laberinto para ratones en un laboratorio, en la que coincides en el tiempo y el espacio con personas a las que admiras, o a las que quieres conocer y no puedes, mientras transitamos en paralelo separados por una delgada pared.
Ese contacto fue primero como lector, cuando a comienzos de 1980 España vivía una edad de oro del cómic para adultos y yo empezaba a conservar los Tótem y Creepy, revistas en las que Rubio empezaba a dejar sus exquisitos dibujos e ilustraciones de portada.
Después, y durante al menos dos años, Fernando Rubio y yo convivimos en un inquietante edificio de la calle Albasanz a cuyas plantas se podía acceder directamente en coche. Él, en Diario16, y yo en Basket 16, una planta más arriba. Recuerdo a José María Gallego, emocionado amigo el otro día en el CEU antes que gran caricaturista, cuando subía los viernes con sus viñetas sobre la NBA. No recuerdo que contásemos nunca con el trazo perfecto, inmaculado y personal de Fernando Rubio. Entonces venían de la NBA unas imágenes extraordinarias, obtenidas con flashes estroboscópicos que congelaban cualquier jugada con un foco y una definición única.
Después, mientras yo merodeaba por Antena 3 Televisión y aprendía del ser humano y sus instituciones, Fernando Rubio se convirtió en una pieza clave de la redacción de ABC como infógrafo e ilustrador. Cuando volví al periodismo escrito, sus trabajos ya eran una referencia y una fuente inagotable de inspiración y ejemplo. Muchas veces perseguí al infógrafo de cabecera de El Semanal, Carlos Olivé, con alguna doble página de Fernando como documentación para otra infografía.
Esta exposición me ha revelado un último y misterioso contacto. Entre las muchas ilustraciones y portadas que Fernando Rubio realizó, me quedé mirando la que dibujó para un libro de una colección de novelas policiacas que editó Fórum hace 30 años. Una colección, llamada del Círculo del Crimen, que busco completar desde hace años como recuerdo de algunas noches pasadas en la soledad de una garita de Santa Cruz de Tenerife. Ahora tengo una razón más para completarla y disfrutar del dibujo de un genio de la línea clara.

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