Razones para defender la neutralidad de la Red

Como dice María Dolores Masana, qué poco le gusta al poder la prensa. Y la comunicación libre en general, añado yo. Hace unos días compré un librito delicioso sobre el legendario diario Madrid en la feria del libro antiguo, Madrid, Página 3, de Antonio Fontán, Francisco de P. Burguera y Amando de MIguel. En él se puede leer lo siguiente:
[...] el funcionario más modesto que me dice que tienen los datos (públicos y publicados), pero que no me los puede decir por teléfono.
Fue escrito en 1970, en plena dictadura y parece que se escribió ayer. Hoy se sustituye teléfono por internet, y poco más. A diferencia de Suecia, en que los registros son tan públicos que se pueden usar incluso para la delincuencia, aquí obtener cualquier información oficial es una odisea. La espera de unos parlamentarios socialistas en la sede del gobierno regional de Madrid -ocho horas en los que fueron calabozos durante el franquismo-, para acceder a unos contratos públicos, es un buen ejemplo.
Cada vez que la tecnología permite un acceso más universal, que los ciudadanos encuentran un cauce para expresarse, ahí está el poder para poner o intentar poner cortapisas. Ya es un tópico que la imprenta no tardó en caer en las garras de la legislación, pero sólo en el último siglo, las tres grandes revoluciones tecnológicas en los medios de comunicación han caído igual
Primero fue la radio. En el momento en que se abarataron los costes en la década de 1980, surgieron las radios libres en la frecuencia modulada. Los grandes grupos de comunicación consiguieron que el Estado limitase frecuencias, adjudicase licencias y, al final, cerrase la mayoría de ellas. Luego pasó lo mismo con la televisión: con la excusa del “servicio público”, estricto reparto de frecuencias y barreras para cualquier iniciativa ciudadana. Y ahora quieren hacer lo mismo con la Red, tanto en la UE y Estados Unidos con ACTA, como cada Gobierno por su cuenta, como hace Italia, por no hablar de Ángeles González Sinde.

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