El periodista, el hachís y un rey africano

Creo que era mi profesor de derecho Teodoro González Ballesteros quien decía que la historia del periodismo era también la historia del libelo. Es decir, la estrecha relación -desgraciadamente- entre los procesos judiciales y el periodismo. Sólo los profesionales de la mentira o del amarillismo más duro están a gusto en los juzgados.
Siempre he dicho que si me tocara la lotería haría The Sun en español con dos premisas: una redacción de gente valerosa y un departamento legal mejor que el bufete de Garrigues. No sé si sería rentable, pero reírnos nos íbamos a reír lo que durase.
En serio, salvo los medios en el filo, ningún profesional al elaborar una información prescinde conscientemente de la necesaria cautela. Hace unos días, en una entrevista, Cayo Lara -secretario general de Izquierda Unida- lo expresaba muy bien al señalar que “Yo no soy aforado y tengo que tener cuidado con las palabras". En España, sólo los políticos pueden decir barbaridades, los demás, periodistas incluidos, solemos ser responsables de nuestras cuerdas vocales.
El problema de los límites, de publicar algo -de buena fe- que alguien considera lesivo se agrava cuando la justicia es tan lenta que casi ni los protagonistas recuerdan la historia. Hace cerca de 30 años, en un periódico llamado Diario 16, José Luis Rodríguez publicó una información cierta -que la fiscalía espñola investigaba- que relacionaba una empresa del rey Hassan II de Marruecos con un cargamento de hachís.
El rey consideró que su honor se veía lesionado y denunció al periodista. Los tribunales se fueron sucediendo dando la razón al rey. Ahora, el Tribunal de Estrasburgo ha fallado otorgando el amparo a José Luis Gutiérrez.
Fuera cual fuese el fallo, y francamente celebro la victoria del colega, todo el caso tiene un aire kafkiano a estas alturas. Nadie recuerda el caso, no sienta jurisprudencia, el perjudicado falleció hace 11 años, el periodista ha vivido con una sombra encima... Todo por nada. El tiempo transcurrido ha neutralizado cualquier efecto positivo o negativo de la publicación de informaciones ciertas. Y no es la primera vez, como puede pasar con el caso de los directores de la SER, por ejemplo.
Texto de la sentencia en francés.

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