Mercedes Baztán, amiga, compañera y colega

Aún no me puedo creer que ya no esté, que se haya marchado tan de repente. Marcedes Baztán Segura, mi amiga, mi compañera, mi colega de muchos años en la edad de oro de las revistas dominicales ha fallecido hace unas horas. Y hablar de ella en pasado me parece imposible.
Mercedes formaba parte de esa inmensa legión de profesionales de los medios que sólo los compañeros y colegas recuerdan. Aprendí a su lado, aprendí de ella y con ella buena parte de lo que este oficio me ha dado, personal y profesionalmente.
Jamás la escuché una mala palabra sobre nadie, lo que no significa que no fuese implacable y lúcida en sus críticas. Compartió conmigo su obsesión por el trabajo bien hecho y el respeto por los lectores. Me descubrió Navarra y soportó con amabilidad mis defectos. No recuerdo haber discutido nunca con ella, y mira que discrepábamos en muchas cosas, pero siempre respetamos nuestras creencias, sin banderías ni exclusiones.
Me enseñó a buscar lo que une y no lo que separa a las personas, a no dar nada por supuesto, a comprobar, a leer dos veces y a desaparecer, a dejar que los textos hablasen por sí mismos. Fue una pieza fundamental en el éxito de El Semanal, primero en Taller de Editores y después en Vocento, aunque estoy convencido de que no reconocieron ni van a reconocer su labor por pura ignorancia.
Nunca tuve la oportunidad de decirle cuánto la quería y la respetaba, lo importante que era para mí su amistad y, por qué no decirlo, su magisterio. Algo que hubiera rechazado con su mirada socarrona y sabia.
Nos vimos por última vez hace unos meses, en una improvisada comida para intercambiar lotería de Navidad, para hablar de hijos, de periodismo, de política, de este tiempo tan pobre espiritualmente que nos tocó vivir.
Y también hablamos de los madrugones en julio para ver en televisión a los toros corriendo por las calles de Pamplona, nuestra costumbre de años en la redacción.
Mercedes, amiga y compañera, descansa en paz.

Comentarios

  1. Anónimo11:08 p. m.

    Estimado Antonio.
    Cada línea de tu texto, con tu permiso,la hago mía.
    No se puede contar mejor lo maravillosa persona que fue Mercedes, (su alter ego era el de Maravillas Segura). Los casi 22 años compartiendo redacciones con ella me brindaron la oportunidad de conocer a una persona excepcional. Ojalá que tardemos, pero que volvamos a encontrarnos de nuevo. Un beso Mercedes. Gracias Antonio por tu precioso texto.
    FJM_

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  2. Mercedes era una compañera extraordinaria. Hicimos juntas la carrera y nos sentamos detrás la una de la otra durante cinco años. Ella, al lado del que se convertiría en su marido y que entonces ni siquiera era su novio. Era una chica extraordinaria: generosa, buena, comedida, lista y compasiva. Jamás hablaba mal de nadie, prestaba sus apuntes a todo el mundo y ejercía de Pamplonica a marcha y martillo. Todos la queríamos por su manera de ser. Sus compañeros de promoción del 86 nos sentimos muy tristes por la noticia de su muerte. Siento también una enorme pena de no haber estado más en contacto en los últimos años, de sucumbir a la pereza de limitarnos al facebook, del que ella no era ninguna fan. Estos días sabiendo que el fin era inminente he recordado muchos momentos de vida en común ligados a nuestra juventud y a acontecimientos muy alegres como su boda o el bautizo de mi hija. Gracias por escribir esa semblanza de Mer Baztán. Me he sentido acompañada al leer tus palabras sobre ella.

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  3. Yo también la voy a echar mucho de menos. Un texto precioso, Antonio José.

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  4. Gracias por tus reconfortantes palabras, amigo Antonio José. Me temo que este año la retransmisión de los sanfermines va a ser en blanco y negro, y con aguacero diario. ¡Descansa en paz, Mercedes!

    David Benedicte

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    1. Anónimo2:30 a. m.

      Aquella redacción de Jorge Juan, sí, con JFD al frente, Fernando Rayón de lugarteniente, Mercedes Baztán(su eficacia periodística y su sentido común ponían freno a mis improvisados disparates), Ivan Martínez Cubells (maestro, te respeto el Ivan sin acento), Antonio José (el primero en intuir y dominar el futuro de las nuevas tecnologías), el maquetista Diego Tapia, el corrector y africanólogo Gerardo, la telefonista Margarita y yo... ¡Joder, qué pocos éramos y qué Semanal hacíamos! A Mercedes la tenía enfrente. Es cierto: era imposible enfadarse con ella, ni siquiera cuando pedía año a año agosto de vacaciones; me desarmaba con su naturalidad. Y también es cierto: con una palabra -o con una frase- podía ser demoledora. Cuando me fui de aquella bombonera de Jorge Juan a Colpisa, Mercedes siguió en el dominical más leído de España, le ascendieron a redactora jefe y nos veíamos vemos. Pero nos caíamos bien. Siempre me felicitaba por mi cumpleaños (vía e-mail) y yo a ella por el suyo. "Acúerdate, el día que el hombre puso el pie en la luna". Hace tres o cuatro años, quizá alguno más -los dos en Vocento, un edificio enfrente del otro- quedamos a comer. Iba vestida como una amapola, de rojo fuego, la cara morena y un aspecto espléndido. Cuando se achispaba era genial. Soltaba por esa boca lo que su sensatez/timidez le impedían en el trabajo. El día que presenté 'Los crímenes del MP' allí estaba, en el Ateneo, de pie, en silencio (cuánto me transmitían sus silencios, sus miradas, su sonrisa)... Y el día que puse de largo a Percy Hopewell, Antonio José lord Jerome en primera fila, y JFD (para nosotros JFK) cerrando filas... El Semanal, calle Jorge Juan, 30. Qué pocos éramos y qué Semanal -querida y añorada Mercedes- hacíamos. Tengo todos los tomos encuadernados. Cuando vaya a verte al cielo (o al infierno, si es más divertido) te los llevaré para ojearlos juntos... Estoy llorando, lo reconozco. No te preocupes, me secaré las lágrimas antes de volver a verte.

      Tomás García Yebra

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  5. Anónimo9:02 p. m.

    Apenas puedo aunar pocas vivencias como tú, Antonio, y no menos pocos años de compartir profesión, que empezó por respeto por quien fue redactora jefe, cum laude veterana, y acabó en confianza y verdadero placer por compartir números que cada semana sumaban uno más en la cabecera de El Semanal, que al final se me resumen en sonrisas suyas y chistes míos.
    No nos hizo falta frecuentar mantel ni intercambiar muchas palabras para, sin decírnoslo nunca, ser magníficos compañeros. Pese a la distancia natural entre el plumilla y el diseñador, ella se la saltaba a la torera, como buena corredora pamplonica. En ella encontré la comprensión del redactor -la mayoría esquivos- que la ennoblece y a nosotros nos hace seguir teniendo fe en que la información pura dura y la estética no tienen porque estar reñidos.Y que incluso con compañeros como ella se enriquecen y complementan.
    Tengo la certeza que Mercedes se ha llevado con ella algunos de esos titulares locos que yo escribía en las maquetas, y que cuando después de pasar el tamiz de su saber hacer periodístico, ahí seguían. Resulta que con ella al diseñador le encantaba poner titulares. Y ella, como los sabios que usan las palabras justas, hacía magisterio de diseño; nunca olvidaré Mercedes, entre todas las anécdotas, el día que me enseñaste que una pregunta de una entrevista no puede ocupar más líneas que la respuesta. Ese truquillo, que ya he hecho público en más de una ocasión, es todo cosecha tuya.
    Tomás

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