La mente salvaje

Este post está dedicado a la memoria de Sir Edmund Hillary, muerto hace unas horas. Saludarle, hace unos años en Nueva Zelanda, fue uno de los mejores momentos de mi vida como montañero y como periodista. Un imbécil, redactor del diario Las Provincias, conserva la fotografía que me hicieron del momento y que jamás se dignó enviarme. Aunque da igual: está en mi interior. Cierrra en paz tus ojos, Sir Edmund, los primeros que vieron el mundo desde la cumbre del Everest.
Wilderness es un concepto en inglés muy difícil de traducir al castellano. Es algo más que naturaleza y menos que salvaje. Es el paisaje no tocado por el hombre, descubierto pero no invadido, empleado pero no destruido. Algunas zonas de las montañas de Guadarrama, por ejemplo, allí donde pasé poco más de seis años vagando todos los fines de semana en mi juventud. El poeta estadounidense de la generación beat Gary Snyder me ha traído muchos recuerdos con este pequeño pero muy intenso libro de poemas y ensayos.
Son poemas de montañas y de bosques, de wilderness, pero no de paisajes, no son poemas descriptivos, llenos de referencias a las puestas de sol y la belleza natural. Snyder retrata la naturaleza en su relación con el hombre, en su esplendor salvaje –esta vez sí-, que hay que admirar antes de poder dominar.
Por así decirlo, en estos poemas Snyder está más cercano a los chamanes indios que a Whitman. Unidos a ellos, diferentes pero relacionados, hay varios poemas de monjes y monasterios, de reglas y haikus y meditación, fruto del tiempo que pasó Snyder en Japón estudiando el budismo zen y comprobando -y mostrando al lector- que el silencio de montañas y monasterios forma parte del mismo silencio y el mismo amor universal.
Tu agua es luz
En mi boca
Y una luz para mi seco cuerpo
Son particularmente impresionantes una oración mohawk y el canto fúnebre, tierno a la vez que duro, por los animales muertos en la carretera; y los poemas Construcción, La madre osa y el famoso Por qué cuido mi Macintosh, dedicado a su ordenador y que aqui puede escucharse en su voz.
En prosa Snyder construye, con materiales indígenas americanos, el hermoso relato La mujer que se casó con un oso, una narración excepcional que explica en pocas páginas la comprensión que de la naturaleza tenían los indios. No es tanto una cuestión de sensibilidad, como de conocimiento y de aprovechamiento de los frutos de la naturaleza sin abusar, sin dominar. Lo que ahora llaman desarrollo sostenible.
En cuanto a los ensayos, no defraudan: Snyder expresa el mismo respeto y conocimiento por la naturaleza que en su poesía, con una profunda intuición del papel que la lengua, la expresión, puede tener
[...]la creatividad no es el acto individual o semidivino de "hacer algo". Más bien nace de estar profundamente inmerso en ello, para después entrever conexiones ignoradas, resonancias, fuerzas, sombras, el envés de la trama.
En ese papel, ocupa un lugar primordial la libertad:
La lengua es como una Madre Naturaleza de la sensación: su orden es tan poderoso que tiene espacio para ser salvaje en un noventa y nueve por ciento.
Y también naturalmente, la poesía:
Ver un chochín en un arbusto, llamarlo "chochín" y continuar caminando es -creyéndote importante- no haber visto nada. Ver un ave, pararte, observar, sentir, olvidarte de ti mismo por un momento, permanecer entre la penumbra del arbusto, quizá entonces sentir "chochín", eso es haberse fundido en un instante mayor con el mundo.
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