El juez Garzón

Ayer, a la salida de ver la excelente La Clase en Kinépolis, la osita y yo nos cruzamos con Baltasar Garzón, juez de la Audiencia Nacional, vestido con una chaqueta de cuero y un pañuelo palestino.
Al verlo, recordé el artículo que esa misma mañana dedicaba Benjamín Prado a los niños robados por el franquismo. Tribuna que se unía a la publicada unas semanas antes por Vicenç Navarro. Un asunto repugnante, soez y tan desconocido entre nosotros, que produce vergüenza. Dice Prado:
"¿Cómo es posible que un drama de semejantes dimensiones se haya mantenido oculto tanto tiempo y que, aún hoy, se dificulte o prohíba su investigación desde las alturas del Estado de derecho? Tal vez sea porque esas alturas siempre están cubiertas por la nieve incontestable de la Transición, que con tanta eficacia decora, idealiza y cubre todo lo que está debajo de ella."
Mi proverbial respeto por las personas que no me han presentado impidió que le diera las gracias por su esfuerzo al juez Garzón. Se las merece.

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