Antonio Gamoneda, maestro

Amé. Es incomprensible como el temor de los árboles.
Ahora estoy extraviado en la luz pero yo sé que amé.
Yo vivía en un ser y su sangre se deslizaba por mis venas y
la música me envolvía y yo mismo era música.
Ahora,
¿quién es ciego en mis ojos?

Unas manos pasaban sobre mi rostro y envejecían dulcemente. ¿Qué
fue existir entre cuerdas y olvidos?
¿Quién fui en los brazos de mi madre, quién fui en mi propio corazón?

Es extraño: solamente he aprendido a desconocer y olvidar. Es extraño:

Todavía el amor
habita en el olvido.

Aún, Antonio Gamoneda.
Technorati:

Comentarios

Entradas populares de este blog

El vertedero, de Djuna Barnes

El dinosaurio anotado, de Lauro Zavala

La función de la crítica, de Terry Eagleton