Aunque los éxitos de ventas literarios suelen ser textos por encima de las 400 páginas y las grandes novelas del pasado superan esa cantidad, lo cierto es que la tendencia actual se dirige precisamente a lo contrario, a la brevedad. Ser concreto, breve y hasta escaso no es una novedad: desde las greguerías hasta los relatos de Monterroso y, por supuesto, los haikus, son muchos los escritores que se han enfrentado al reto de narrar el instante y de hacerlo con brevedad. Nada que ver con la magdalena de Proust, instante mágico desarrollado en cientos de páginas de memorias. El mérito de Raymond Carver y de sus cuentos no está tanto en su brevedad, que no es tal, sino en lo que describen. Están construidos con una factura clásica, por su extensión y desarrollo, pero en lugar de concentrar el tiempo a la manera de Chéjov en pocas páginas, Carver lo extiende. Y esa extensión, ajustada al milímetro, le permite tomar un momento fugaz y convertirlo en un retrato detallado. No todos los rela...