‘Bautismo’ civil

La verdad es que tienen razón los que ven como un sinsentido este extraño matrimonio entre bautismo y civilidad. Hace mucho tiempo que las personas que no bautizan a sus hijos celebran su nacimiento junto a la familia cercana sin que a nadie se le ocurriese llamar a eso ‘bautismo civil’. Como siempre, la ignorancia aterradora de lo que la lengua es y significa lleva a estas monstruosidades, mezclando lo que es la imposición de un sacramento de bienvenida a una comunidad, con su ritual, con un mero gesto administrativo sin más rito que la escritura de unas palabras. La verdadera ceremonia civil, el auténtico ‘bautismo’ (siempre en bastardilla o comillas) sería que su registro fuese de su propia mano, y no por la figura interpuesta de los padres, y admitirle como miembro de la ciudadanía (que es lo que pretenden los promotores de esta singular ceremonia) mediante un juramento explícito de acatamiento de la Constitución al cumplir los 18 años; tiempo éste en el que los sujetos empiezan de verdad a ejercer sus derechos y se liberan de la patria potestad. Pero la institución napoleónica del Registro con mayúsculas nunca admitirá la dilación en el registro, ni mucho menos los padres, raudos escribientes en este libro que les asegura pensiones, descuentos y ciertas dosis de legitimidad, en tanto que miembros de la comunidad fecunda de ciudadanos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El vertedero, de Djuna Barnes

La función de la crítica, de Terry Eagleton

El dinosaurio anotado, de Lauro Zavala