Un general
El doloroso asunto del general Vicente Navarro y sus ‘autopsias light’ (manda huevos, que diría aquél) ilustra lo que hace tiempo apuntaba Eduardo Subirats (quizás entre otros autores, pero yo no los conozco) y que llevo mucho tiempo defendiendo. A saber, la diferencia a la hora de gobernar, incluso de pensar entre los demócratas de nacimiento y los de convicción. Seguimos (en toda la sociedad) en manos de una generación que fue educada en el franquismo en los años clave, en la primera infancia. Poco a poco se ha ido produciendo el relevo de quienes se educaron y vivieron en clave franquista, conversos a la democracia, sí, pero no en su interior profundo, que fue educado con maneras totalitarias. (Subirats lo dice mejor) Ahora solo quedan los educados en aquel periodo (yo también) y los modos, la impronta totalitaria ya no es la misma. Es, por mucha risa que le dé a los imbéciles, el talante de quien ya no fue a lo OJE (como si fue Felipe González, para repartir a ambos lados, que ésta no es cuestión de partidos sino de generaciones). Por eso aún seguimos en la transición y ésta no se completará hasta que no sean mayoría, en gobiernos, en empresas, en la sociedad, todos aquellos para quien Franco y el franquismo son sólo un capítulo en los libros de historia. El estilo de este general, el sutil desprecio al tener que dar cuenta de sus actos es algo vivido, establecido y sentido durante sus años de formación. Y eso no significa que este señor sea de derechas, ni de nada. (El papanatismo de la izquierda a la hora de enfrentarse a ciertos fenómenos nuevos como la violencia doméstica, o el respeto a las creencias ajenas, forma parte del mismo fenómeno.)
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