Y adiós

A tí.
Hace mucho tiempo que no eres más que un nombre repetido en los extractos del banco, un nombre asociado a tan pocos recuerdos que se han terminado por difuminar. No he sabido nunca quién eres desde que te ví por primera vez en los últimos días del mes de octubre de 1986. No es un reproche, solo un hecho y los años transcurridos han terminado por borrarlo todo. Si no puedo reconocerme en mis propios recuerdos, como para reconocer a otras.
Los hechos objetivos existen, están documentados, pero son palimpsestos en los que se ha escrito tanto encima que no queda nada del escrito original. Son huellas en un camino muy transitado: han pasado tantos pies por encima, que no queda ni rastro de la impresión que los primeros caminantes dejaron.
No te deseo nada, bueno o malo, para el presente o el futuro. No tengo nada que decirte o que quiera decirte. Solo escucho el silencio, algo que no hacía desde que tenía 18 años y me dio por el yoga. Hace mucho tiempo, la hija de una pareja con la que tuve bastante relación, cuando era pequeña decía al enfadarse “no me pienses”. Y esa es un poco la sensación que tengo: no te pienso; no te pensé. No has estado, no estás.

La imagen: en un juzgado, sentada muy tiesa, con el pelo como esculpido y vestida de manera indefinible, enmascarada frente al micrófono, mintiendo.

A vosotras.
Para todos los pueblos, los nacimientos múltiples han sido siempre un acontecimiento excepcional. A diferencia de otros mamíferos, los primates no están hechos para las camadas extensas.
Para el pueblo romano, la primogénita era la que nacía primero, pues creían que era también la primera en ser concebida. Para los massai, sin embargo, la primogenitura recaía en la segunda nacida, y consideran a la primera como un heraldo que anuncia su llegada. Entre los yoruba, uno de cada veinte nacimientos son dobles y los nombres Taiwo (primera) y Kehinde (segunda) son habituales.
No hay entonces primogénitas entre las personas nacidas a la vez. La convención del alfabeto será pues la que usaré, ante la imposibilidad de reunir en dos columnas superpuestas un mensaje diferente y personal, destinado a cada una.

A ti
La sombra te rozó al nacer, por esos azares de la biología que nunca terminan de explicarse, y te arrebataron de mi lado durante varias semanas. La sombra condicionó esos primeros días y el verano fueron tardes de calor y desplazamientos para saber, casi a la hora, cómo ganabas peso y crecías para volver.
Como en un antiguo cuento te devolvieron, fuerte y única, preparada para construir tu futuro sin condiciones; y es lo que has hecho. Tienes toda tu vida por delante y ojalá sea sin temores ni arrepentimientos. Es lo único que puedo desearte.
Si alguna vez necesitas algo que no pueden darte los que te rodean habitualmente, mi puerta estará abierta.

La imagen: en una red social, no recuerdo la fecha, muy delgada y contenta, riendo al atardecer.

A ti
Te ocultabas tras las cortinas cuando la emoción te podía y no querías enfrentarte a ella; había que buscarte y convencerte de que volvieras. Recuerdo tu mirada limpia, pero hace mucho tiempo que no hay cortinas donde esconderse y espero que hayas aprendido a mirar de frente, empoderada y resuelta.
Hagas lo que hagas con tu vida, la vivirás para realizar grandes hazañas, estoy seguro, aunque sea en las cosas pequeñas y cotidianas. Espero y deseo que no haya dolor o amargura en tu futuro, pero no está en mi mano evitarlo.
Si alguna vez deseas que nuestros caminos se crucen, sabrás donde encontrarme, el mundo siempre será pequeño.

La imagen: con 23 años, vestida con colores claros y una chaqueta, seria y mirando al frente, caminando por la calle Poeta Joan Maragall, casi esquina a Francisco Gervás, una mañana de septiembre.


[Este texto es un fragmento de un trabajo más extenso, cuyas notas y bocetos preliminares se escribieron durante el verano de 1997 en la sierra de Madrid; en el otoño de 1999 en Auckland, Nueva Zelanda; en el invierno de 2003 en Madrid y en la primavera de 2015, también en Madrid.
Un primer borrador de este capítulo, apenas retocado desde entonces, se escribió en septiembre de 2020.]

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