Restauración

Hace un par de semanas, durante un fuerte temporal de viento que azotó la costa cantábrica, un arrecife natural conocido como Arco de la Horadada en la bahía de Santander se vino abajo. La fuerza del oleaje lo creó y ese mismo golpear terco de agua, aire y sal lo destruyó. Bien. La leyenda sobre el origen de dicho arco data de la Edad Media y otorga la responsabilidad de su creación a los Santos Emeterio y Celedonio, a cuenta de un viaje en una barca capaz de atravesar la piedra en vez de rodearla -tal es la fuerza de la fe- que ambos realizaron. Bien. El Ayuntamiento de la ciudad o la comunidad, no recuerdo bien, pretende restaurarlo. Entonces, ¿van a enmendarles la plana a los citados Celedonio y Emeterio, mártires del siglo III según la Iglesia, que han dejado caer el arco por razones que sólo a ellos y a la divinidad competen? ¿Van a corregir a la naturaleza, firmante última tanto de la obra como de su destrucción? ¿Cómo explicarán ahora la leyenda en los folletos turísticos? Por si están faltos de inspiración les brindo la mía: durante una noche de tormenta, los ediles y autoridades cántabras recibieron la visita de San Canuto y de Santa Lisérgica, que les exigieron la inmediata reparación del arco, a despecho de autorías, naturalezas, oleajes y sentido común.

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