Sin reloj

Llevo un par de semanas prescindiendo del reloj de pulsera. En los últimos meses se me ha olvidado más de una vez, lo que no solía sucederme casi nunca. Pero en los últimos tiempos lo dejo deliberadamente, no porque no tenga necesidad de él, de medir el tiempo, sino porque ya llevo uno con el móvil ¿para qué otro?
No recuerdo, más allá de la inevitable referencia a la primera comunión desde cuándo llevo reloj en la muñeca. Pero si sé que me he cansado un poco de llevarlo. A lo mejor me he cansado del tiempo. No sé. A medida que cumplo años, que el tiempo pasa, me voy acostumbrando al relevo, a la inevitable desaparición de los mayores.
Nunca me había pasado esto. Ha muerto el escritor Larry Collins. Es el primero de mis entrevistados que se muere. Un señor muy agradable, al que conocí en una cervecería de la plaza de Santa Ana.
No recuerdo mucho de la conversación, sí del fotógrafo que me acompañaba, de pedir un refresco, de la grabadora... En alguna carpeta estarán los papeles de su entrevista, a cuenta de un libro que no leí y del que ya no sé ni el título. Qué viejo me siento. Se me mueren hasta los personajes entre las páginas.

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