La libertad de expresión, amenazas y saqueos

“El día de [ponga aquí su causa]” parece gastado, pero siempre existen motivos para aprovechar una jornada para introducir en los medios debates que suelen quedarse fuera. Hoy es el día de la libertad de expresión, que parece poco amenazada y más una cuestión de periodistas y políticos que del resto de los ciudadanos.
Pero al margen de las cifras de periodistas encarcelados, amenazados o asesinados, de los ciberdisidentes en la misma situación en China o Cuba, las amenazas contra la libertad de expresión afectan a todos los ciudadanos por igual, aunque sólo se juegan la vida unos cuantos. Cada vez que una persona intenta sacar una fotografía en un espacio público y se lo impiden por “razones de seguridad”, están conculcando este derecho.
Cada vez que una empresa, enfadada ante una crítica negativa, envía un requerimiento legal a quien hace la crítica o la admite en su web, están conculcando ese derecho. Cada vez que se restringe el acceso a internet de los más desfavorecidos, se conculca ese derecho. Y es algo que viene de lejos.
En el caso de España, en la que las amenazas reales se circunscriben al País Vasco, donde decenas de periodistas trabajan con escolta, los subterfugios para impedir ejercer este derecho son más sutiles. Las amenazas y presiones se ejercen de varias maneras y en varios frentes y afectan por igual a la “fiel infantería”, que dice Pérez-Reverte, y a los “popes”, que decimos los demás.
Los extractos publicados ayer de un libro de José Antonio Zarzalejos sobre su despido de ABC, por ejemplo; o el ajuste de personal en la redacción de Factual. Da igual que se trate de diarios centenarios o de recién llegados a Internet, las presiones políticas y económicas son las mismas.
Son pocas las voces que denuncian esta situación y que le ponen nombre y apellidos. Por eso es de agradecer la actitud de organizaciones como Reporteros sin Fronteras. Esta mañana, durante la presentación de su lista con la situación de la libertad de prensa en 175 países del mundo, así lo han demostrado. Las muertes, secuestros y amenazas a muchos periodistas en demasiados países son lo más visible y doloroso de un fenómeno que va a más.
Tanto María Dolores Masana, como Rosa María Calaf han insistido en las dificultades para ejercer su trabajo que tienen miles de personas anónimas. Es como una escalera que conduce a la impunidad: presiones, censuras, multas exorbitantes, cárcel, secuestro y, finalmente, la muerte. “Año tras año, la censura se extiende en Internet”, ha dicho Masana, que nos advierte: “el futuro de la libertad de expresión se juega en Internet”.

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