La banalidad del mal y Norman Mailer
Fue Hanna Arendt quien inventó este feliz concepto: la maldad no es una categoría especial, no es trascendente, los malvados, las personas con mala intención no tienen nada de especial, en muchos casos ni siquiera son conscientes de esa maldad, las más de las veces apoyan su valoración de los actos de maldad en las órdenes recibidas, la necesidad, el bien de los hijos… Del nazismo hasta el acoso laboral, todas las conductas socialmente etiquetadas como malvadas producen, contempladas bajo la luz desnuda del estudio, perplejidad. Pero también se revelan absolutamente simples, vulgares. No hay grandeza alguna en el mal. Desaparece la empatía, sustituida por el otro, por el aislamiento del otro, convertido en algo ajeno y no humano en el sentido de su propia percepción. No existes, no eres como yo, no eres humano, vienen a decir para justificar su propia separación del género humano y su adopción de conductas –para los demás- no humanas. Desde fuera, sólo podemos atisbar el infierno inte...