K. Askildsen, Los perros de Tesalónica
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En Los perros de Tesalónica hay pocas acciones, más allá de unos cuantos paseos y visitas a los bares de las estaciones. Lo que hay, y en abundancia, son reacciones; tiempos y motivos que a veces aclaran, pero que la mayor parte de las veces oscurecen las vidas de sus personajes. Sin llegar al desasosiego, al malestar -estoy pensando en Coetzee-, Askildsen crea atmósferas un poco inquietantes; no tanto por las situaciones como por el reconocimiento que de ellas obtenemos los lectores. Askildsen compone historias de parejas -no necesariamente de esposos, en el extraordinario cuento Los invisibles son hermano y hermana- en las que los hombres y las mujeres se enfrentan a su relación y a su entorno perplejos, con el aire de quien no sabe cómo ha llegado hasta ahí.
Se lee tan deprisa -no llega a cien páginas- que sería un crimen no recomendarlo. Y no será la última vez que venga por aquí.
Gracias, Ana, por prestárselo a la osita.
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