De la emoción a las palabras, de Seamus Heaney

Creo haber comentado algunas veces qué ventajas tiene ser autodidacta en materia lectora, el placer de descubrir sin ayuda autores o libros con el mismo entusiasmo que Darwin mostraba a bordo del Beagle, rodeado de especímenes. Seamus Heaney es uno de esos autores, aunque sea premio Nobel -recuerdo el poco entusiasmo que su concesión me provocó: así de presuntuosa es la ignorancia- y un poeta muy conocido. Así que he aprovechado la segunda vez que su nombre se ha mencionado cerca de mí para indagar en sus escritos. En De la emoción a las palabras se descubre a un finísimo crítico literario, con una percepción casi clarividente del sentido último de los textos que selecciona; pero a diferencia de otros esa percepción se desarrolla delante de los ojos del lector. Como en las novelas policiacas clásicas, Heaney nos muestra todas la pistas: primero las semánticas y lingüísticas, después las biográficas, más tarde las ideológicas, históricas... Heaney no hace trampas, escoge los textos y los limpia, no los desmenuza como un peón en la cantera; antes bien, los despoja de impurezas delicadamente.
[...] la poesía, tanto si encaja bajo un antiguo sistema político como si aspira a expresar uno nuevo, debe ser un modelo de trabajo para la conciencia inclusiva. Jamás debe simplificar. Sus proyecciones e invenciones deben estar a la altura de la compleja realidad que la rodea y de la cual brota.
El resultado es doble: de nueva lectura de aquellos autores o poemas que ya conocíamos; de verdadera sorpresa ante los desconocidos. Los pocos poemas propios que recoge -siempre como apoyo de cualquier matiz que esté explicando, pero sin pedantería- saben a poco.
Their fate must always be the same as yours,
To suffer the loss they were afraid of, yes,
Holders of one position, wrong for years.
(Su destino será siempre como el tuyo, / sufrir la pérdida que temían, sí, / por mantener una posición, equivocados muchos años.)
En general, Heaney expresa en estos ensayos una poética de largo aliento, una crítica -un estudio- muy precisa de lo que puede esperarse de la poesía y de lo que ésta espera, simbólicamente expresada a través de algunos poemas de Robert Lowell, Yeats, Sylvia Plath, o Wordsworth, entre otros.
"Debemos ser auténticos para con nuestra sensibilidad; fingir sentimientos es un pecado contra la imaginación."
Dejo para el final la impresión que causan los apuntes biográficos que Heaney deja caer como guijarros para no despistarse en el camino de vuelta. La situación en la tierra asediada y reprimida que era el Ulster hasta los primeros años del siglo XXI, el terrorismo y la violencia del Ejército británico, de la policía, del IRA y la mirada de sus habitantes componen un retrato con mucha humanidad y poca ética. Retrato que contrasta -y mucho- con el que nos pintan desde otros lugares y otras organizaciones, menos reprimidas y más cobardes de lo que se admite habitualmente.
"Sobrevivimos a explosiones y funerales y continuamos viviendo entre los familiares de las víctimas, entre los que han saltado destrozados por los aires y los que viven destrozados en las celdas de aislamiento."
Que Heaney explica a propósito de lo que era vivir en Belfast en 1972, tras el domingo sangriento), o en 1981 cuando una huelga de hambre, esta sí auténtica, mató a Bobby Sands y a otros miembros del IRA.
Por cierto, el jueves 5 de febrero Heaney viene a Madrid.

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