El final de la novela, de Marco Kunz

A lo mejor pensáis que es una perogrullada, pero ¿cuándo termina una novela? No me refiero al acto en sí de cerrar un libro porque hemos llegado a la última página, sino en qué momento del texto se extiende en nuestro cerebro de lectores la idea de que ya está, de que se acaba, de que por más páginas que resten para cerrarlo poco más puede añadir el autor. Y lo contrario: cuando más necesitados estamos de explicaciones para entender el relato, el autor nos da con el final en las narices.
De eso trata esta tesis doctoral convertida en excelente ensayo de Marco Kunz, muy útil no sólo para estudiosos o críticos literarios, sino para lectores perplejos interesados en atisbar entre las cortinas de la trastienda literaria; en el cómo y el porqué los autores “cocinan” sus textos de una manera u otra.
Kunz arranca estableciendo, para los términos empleados, unas
"[…] Nociones básicas: cierre, desenlace, epílogo, apéndice, acabamiento y clausura no son sinónimos para nosotros […] entendemos por cierre el final del texto, por desenlace el final de la historia narrada (con o sin solución de los conflictos), por epílogo y apéndice diversos tipos de (para-)textos añadidos al cuerpo principal de la novela, por acabamiento el estado definitivo de una obra que su autor considera como terminada, y por clausura el carácter completo y satisfactorio de la obra en cuanto entidad estética."
Con eso evita los muchos errores que crítica y lectores cometemos a la hora de hablar del “final de una novela”; final que, por cierto, es casi más esclavo de su época que el propio lenguaje. Kunz define el final como
"[…] la clausura de una obra literaria como su capacidad de aparecer como unidad formal y semántica cuya cohesión interna permite que el lector experimente el texto como conjunto suficientemente completo para prestarse a interpretaciones coherentes. La clausura es […] una potencialidad del texto, una posibilidad intrínseca que cada lector individual tiene que actualizar."
También establece una clasificación –a mi juicio muy ajustada y precisa- de las técnicas, recursos y procesos más comunes para cerrar un texto narrativo.
Por otra parte, Kunz se apoya en la psicología para intentar aclarar porqué hay relatos que no queremos que terminen, aunque al final se apoya en Carmen Martín Gaite, para reconocer que
"el final no corresponde a una exigencia intrínseca del texto, sino que viene impuesto por factores no narrativos: “Un cuento contado con verdadera afición, si no mediara la fatiga, no tendría por qué acabar, sería un perenne estado placentero discurriendo hasta la hora de la muerte, única hora “de la verdad” capaz de poner en cuestión y quebrar las infinitas posibilidades de la palabra”: Carmen Martín Gaite, El cuento de nunca acabar, pag. 19."
Por último, Kunz hace un ejercicio muy provechoso de análisis con los finales de varias novelas muy significativas, como Cien años de soledad de Gabriel García Márquez o Juan sin tierra de Juan Goytisolo. Su lectura, desde el final hasta el principio de las narraciones está muy alejada de una crítica fácil y deliberadamente oscura: antes bien, desvela con sencillez algunos trucos o, mejor dicho, procesos de la creación que al leer la novela pasan un poco desapercibidos, cuando en realidad se trata de pequeños hitos que anuncian el final y que lo potencian.

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