Ángel y Chiho, amigos

Los medios están repletos de historias truculentas e inanes sobre las supuestas maldades que acechan por la Red. Como si el spam nunca se hubiese transmitido por el fax, como si las llamadas obscenas no hubieran plagado las líneas telefónicas, como si las cartas jamás hubieran contenido amenaza. A nadie se le hubiese ocurrido culpar al papel o al teléfono. Pero supongo que internet será distinta. Hoy mismo se puede leer en El País que Google es un problema para los deberes escolares, aunque el problema sea de los profesores y no del uso que se le dé a una herramienta. ¿Prohibimos los martillos porque se pueden matar ancianas con ellos?
Casi nunca se puede leer en los medios -salvo los creados por, para, según, so y sobre internet- algo de la magia, de lo hermoso que puede llegar a ser este medio y las muchas historias sencillas y a la vez bonitas que encierra. Ayer por la tarde viví una de ellas, lo que no tiene especial mérito porque suceden cada día, pero no por ello dejan de ser importantes para sus protagonistas.
Hace un tiempo, tras la lectura de un libro -el imprescindible catálogo de la exposición Juego de la Oca- y su posterior comentario por estos pagos, que contactó conmigo uno de los responsables del mismo, Ángel Gómez-Morán Santafé. Músico, historiador, arqueólogo y residente en Japón, Ángel y yo intercambiamos correos y palabras a través de la Red, tan educados como perplejos, al intuir entre nosotros afinidades y senderos recorridos comunes.
Ayer Ángel y Chiho, su mujer, nos pusimos cara, nos presentamos y pasamos un par de horas charlando en las que confirmé cuántas claves, cuántas ideas compartimos con excelentes personas que sólo internet podía conectar. Qué hermosas historias de comunicación y hasta de amistad encierra este universo cibernético. Y qué fácil es pasar de lo virtual a lo real, qué poco esfuerzo y cuánta recompensa.
Gracias, Ángel y gracias, Chiho. Por la tarde en vuestra compañía, por las risas, por compartir vuestros conocimientos y por el interés sincero que encontré en vuestras preguntas. Gracias por hacer inolvidable este encuentro.

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