Blankets, de Craig Thompson

No es fácil describir la intolerancia religiosa desde dentro, desde quien la padece y la acepta, sin atender a sus manifestaciones exteriores. En El encuentro de Descartes con Pascal joven, la obra de Brisville que tan bien interpretan Josep Maria Flotats y Albert Triola -cuánto quiere Madrid a los actores catalanes, por cierto-, la intolerancia y el fanatismo saltan del escenario con facilidad y su lenguaje y sus efectos aparecen sin mayor reflexión y sin matices, colocando a los espectadores con facilidad del lado contrario.
Sin embargo, el daño y el dolor que las religiones provocan, la huella que dejan no es fácil de mostrar: sólo un creyente es capaz de hacerlo. Y naturalmente, para ello tendrá que liberarse de sus creencias y tener el valor y el talento necesarios para hacerlo. Es lo que Craig Thompson ha hecho en esta sensible, dulce y excelente novela gráfica en la que narra su infancia y su primer amor desde la perspectiva del cristianismo fundamentalista del medio oeste estadounidense en que se crió.
Blankets es una historia invernal, en la que los exteriores son de nieve: la del Poe más aterrador y también la del manto de pureza cristiano. En ese escenario Thompson sufre, disfruta, vive y asiste perplejo a sus propios recuerdos con respecto a su familia: un padre aterrador, francamente; una madre cálida pero lejana y un hermano más pequeño con quien protagoniza momentos verdaderamente tiernos. La novela se apoya en un dibujo de trazos gruesos, detalles controlados y hace un buen uso de la viñeta como recurso expresivo.
Tanto sus aventuras fraternales, como su paso por el instituto y su relación con su primer amor están tamizados por el velo de la escuela dominical, esa inquietante institución religiosa que va cubriendo la mente y hasta el cuerpo de los niños de un lodo lleno de prejuicios y disparates. Es en ese sentido en el que el testimonio de Thompson alcanza un valor insuperable, explicando y mostrando las huellas que una fe asfixiante va dejando tras de sí.

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