Los formatos del cómic o como desesperar a los aficionados

Esta mañana en la casa del libro he vuelto a comprobar el poco respeto que las editoriales tienen por sus clientes. Es indignante que, mientras en la mayoría de los países la edición en tapa dura convive con la rústica sin ningún problema y el lector puede elegir cómo leer, en España no sea posible. Así, muchas novelas de éxito no hay manera de encontrarlas en rústica, secuestradas por los editores hasta que el beneficio sea máximo.
En el caso de obras como Harry Potter es lamentable que, en vez de ayudar a los críos, la editorial sólo maneje la tapa dura para justificar un precio disparatado. Paréntesis, ¿cuántos ejemplares ha impreso Salamandra de la última novela de Harry Potter –publicada en febrero de 2008- para que, a día de hoy, aún se puedan encontrar libros de la primera edición en cualquier librería? Cierro paréntesis.
Y no es eso sólo.
La mayor perversión es la de las editoriales dedicadas al cómic, que tienen la buena costumbre de publicar las primeras ediciones de las obras en rústica, con un formato normalmente apaisado y a un precio asequible. Pero como una serie o un personaje tengan éxito, se acabó: la tapa dura acecha y con ella, los cambios de formato y los precios desorbitados. Pasó con Akira, con Calvin & Hobbes, con Spirit y con docenas de obras. Y ahora pasa con Liberty Meadows.
Con la primeras tuve suerte y tengo esa primera edición con su formato original; pero sólo Calvin & Hobbes tiene tres tipos diferentes de encuadernación: desde el pequeño apaisado hasta el grande vertical, menos mal que todos en rústica. Pero ni con Spirit ni con Liberty he tenido suerte. La única solución es merodear durante años por las librerías de viejo en busca de los ejemplares que me faltan.
Y llevo al menos seis años buscando Spirits en su edición original de Norma de cuadernillos de 32 páginas sin encontrar ni uno: ni retapados. Así que experiencia tengo. Ahora que el día menos pensado, llegará un Shawn Fanning –el inventor de napster- de los libros, y las editoriales llorarán por haber perdido a los consumidores. Y se lo tendrán merecido.

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